Todo el mundo que conozco que coge el transporte público tiene algún tipo de queja sobre otras personas que también lo utilizan. Y yo, no soy menos. Procedo a identificar algunas situaciones en las que, maldita sea, me gustarÃa coger una catana y rebanar cuellos.
- Las barras del metro y de los autobuses son un elemento de uso colectivo que sirven para agarrarlas, no para apoyarse en ellas. Porque, a menos que tengas pies de cemento, tu equilibrio las necesita. Las Coñonas de Almagro son esas personas (tú no, claro) que, por su ...., tienen que estar ahà plantadas, porque les viene bien y, además, no se dan cuenta del mal que hacen y, si lo hicieran, les darÃa exactamente igual.
- Hasta el momento, que yo sepa, nadie puede traspasar personas (ya me gustarÃa ser el fantasma malo de Ghost, el que andaba por el metro como un loco). Si te quedas en la puerta del metro, entorpeces a la gente que quiere pasar, sobre todo, si hay mucha gente. A nadie le importa si tu parada es la siguiente. Ni que tuviera que hacer una maratón desde la puerta hasta el centro. Se me muevan, coño.
- Lo anterior se puede trasladar a los autobuses: por favor, pasen al fondo, hay gente (a la que tampoco le importa si tu parada es la siguiente) que no puede pasar y usted es uno de los culpables. Que, al menos, por usted no sea.
- Una norma no escrita es que, en las escaleras mecánicas, el lado de la derecha se utiliza para las personas que se van a estar quietecitas y la de la izquierda es una especie de vÃa rápida para aquéllos que quieren subir las escaleras andando también. Si te encuentras con alguien que está taponando la vÃa de la izquierda, tienes dos opciones: a) advertirles educadamente con voz aflautada si te permiten el paso b) sacar el poquero que llevas dentro, meter el hombro y, si aún asà la persona no se quita, simplemente, arrasarle.
Aquel dÃa, Luis Enrique comprendió que no podÃa ser una Coñona de Almagro durante más tiempo.
Seamos ciudadanos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario